Los paraguas de Cherburgo (1964) – Jacques Deny

les_parapluies_de_cherbourgEs la segunda vez que me acerco a esta película y me sigue provocando amores y odios en la misma medida. El argumento más trillado de la historia de la literatura universal, los personajes convertidos en cliché hasta el paroxismo, el amor ideal de juventud truncado, el chico rico, la madre conservadora, una trama sencilla y previsible que sirve como plataforma para desplegar las numerosas virtudes del film. La exageración del género se hace carne. Particularmente detesto los musicales por su banalidad y simplificación pero este caso es diferente.

La rompedora utilización de diálogos “cantados” encandila en la primera parte del film aún sobrecogidos, los diálogos aparentemente simples y estereotipados cobran nueva vida pasados por el tamiz musical, la música que acompaña de Legrand y el potente leitmotiv mantienen la tensión dramática en el punto máximo. El film es de una inocencia y candidez inaudita. No hay personajes antagonistas, todos son tratados con cariño y comprensión. Como si viéramos al clon afrancesado del Capra de postguerra con todo el saco lleno de buenas intenciones nos ofrece la cara amable de la vida durante tres cuartas partes de la película  aunque guardando en la recámara el final  que desmonta esa apariencia de felicidad e ingenuidad . La escena final supone un vuelco agrio a todo el género, al fracaso del romanticismo más tenaz, a la pérdida del amor ideal juvenil. El encuentro invernal en la gasolinera de los amantes olvidados, de los caminos que ya no se cruzan es de un terrible realismo Más cercano a Kazan en “El esplendor en la hierba”, más cercano al Werther de Goethe, más lejano ahora sí de Capra.

El uso de colores contrastados y llamativos se utiliza durante toda la película para enfatizar ese estado de gracia, de suspensión en el tiempo, de fábula sentimental. El uso de la cámara acentúa ese baile inmortal de la belleza amorosa, la cámara fluye limpiamente de escena a escena con largos planos en movimiento que acompañan el ritmico devenir de los personajes. Ya desde un inicio en los títulos de crédito vemos en plano cenital una coreografía callejera de paraguas en día de lluvia que hacen presagiar y anticipan el tono del film, paraguas de colores que entran y salen de plano grácilmente con la música como telón de fondo.

La influencia de la Nouvelle Vague queda latente, la mirada de Deny al musical convencional amable americano, convirtiéndolo bajo su ojo  en un musical atipico y demoledor con final insoslayable. El uso de rótulos tan cacareado en la época como síntoma brechtiano, como elemento que estructura, parte y frena el film. La declaración de intenciones ya viene bajo el título, nos alejamos de la inhóspita y totalitaria fuerza centrípeta de Paris para instalarnos en una pequeña ciudad de la baja Normandía, concretamente en una tienda de paraguas. Una historia trivial a priori que acaba regurgitándose y negándose mientras avanza.

La ideología, siempre la ideología, no deja de ser otra vez la aceptación de las reglas morales de la sociedad francesa del momento, el conservadurismo que siempre campa a sus anchas en la Nouvelle Vague aquí se vuelve a repetir. El triunfo de la tenaz madre por conseguir que su hija se agarre a la incipiente burguesía. Una chica que pertenece a la baja burguesía no puede, ni debe desclasarse juntándose con un asalariado mecánico (ahora sería un inmigrante ecuatoriano) sino que debe aspirar a “algo más” (ahora un fértil empresario), aquí casi parece que Deny juega a trasvestirse de Anderson o Clayton y hereda el contenido del Free cinema más representativo. Aquí en cambio Deny es más compasivo  y finalmente incluso el paria moderno se convierte en pequeñoburgués adquiriendo una gasolinera, contrayendo también matrimonio y parece que incluso está más satisfecho con su vida que su examante.

Impecable interpretación de Catherine Deneuve, rebosa alegría y vitalidad en la justa medida, no cae en la histriónica y peligrosa línea del género musical. Los demás actores tambíen están a la altura destacando a la madre, aunque siempre emborronados por nuestra rubia preferida.

(Les Parapluies De Cherbourg4

La película desfallece en su ánima a  las tres cuartas partes del film, cuando ya ha descubierto todas sus cartas, todos los conflictos están ya sobre la mesa y esperamos el regreso del jóven garzón de la mili, todos sabemos que ella se casará con el otro pretendiente, se ha deshecho el encanto inicial de los diálogos cantados y sólo la precipitación de su vuelta y la escena final vuelven a ponerla en su sitio.

Es por eso que es una película para amar y odiar, para amar su pundonor, su fe en el género, su manera de articular la misma historia una y otra vez con fuerza y determinación, perdiendo el miedo a caer en la cursileria (que la roza por momentos) y superando la fatalidad del género con ese trasfondo amargo que te queda en la garganta largo rato después de haberla masticado. Para detestar su poso complaciente, su ideología conservadora y la poca fuerza y determinación de los personajes protagonistas jóvenes.

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