«Esto no es una campaña, es un movimiento»

(Y Trump se convirtió en Commander-In-Chief)

Me preparaba para la noche electoral cacharreando facebook cuando caí en el enésimo vídeo de Donald Trump y me acordé de aquello que le leí a David Mamet en su soberbio libro sobre dramaturgia; “Bambi Vs Godzilla”, en un arranque un poco pedante decía lo siguiente:

“Perhaps those of us who live surrounded by emotion- doctors, police, lawyers, dramatists- are not much moved by the emotional. I know I´m not. And, if you will grant me that segue, I will continue”

Que se podría traducir así: “Quizás aquellos de nosotros que vivimos rodeados de emoción – doctores, policías, abogados, dramaturgos- no nos mueven mucho las emociones. Lo sé porque a mí me pasa. Y, si me concedes esta afirmación, continúo.”

Flashback: Hace tres días mi colega periodista Álvaro y yo viajamos por Pennsylvania para ver lo que se cocía en el que iba a ser, y a la postre sería, uno de los estados clave de estas elecciones. Álvaro escribió dos espléndidos reportajes. Primero viajamos a los suburbios de Philadelphia para ver en directo a Melania Trump y conocer a las mujeres seguidoras de Mr. Donald. Al día siguiente visitamos Hazleton, un pueblo que parece un experimento hecho con un serpentín y unas probetas, que anticipa la batalla que librará EEUU en campo propio entre hispanos y blancos en las próximas décadas. Aquí los tenéis, imprescindible leerlos antes de seguir, este navarro escribe sin lípidos, aquí y aquí. Yo me encargué de la parte gráfica e improvisamos un reportaje lowcost alrededor del Mitín:  

Lo que más me impresionó a mí fueron estas palabras de Melania: “Esto no es una campaña, esto es un movimiento”, y ahora ríete tú del 15M, de las Mareas y del núcleo irradiador. Mientras tanto, Sarah Palin está acariciando su gato persa en su sofá de Alaska. La futura Primera Dama estaba capitalizando para los suyos la brecha de descontento y frustración de una gran parte de la sociedad civil. Trump ha sido para el electorado americano el verdadero antisistema en estas elecciones. Una clase obrera herida de muerte por las políticas neoliberales, que con su voto ha pedido el repliegue del Imperio, o lo que es lo mismo, siguiendo términos ideológicos fundacionales de la nación norteamericana; más Doctrina Monroe y menos Destino Manifiesto. Recordé también aquel artículo cabrón del 2010 de Vargas Llosa, bastante preclaro en realidad, en el que defendía a los votantes del Tea Party, la quintaesencia liberal, y que no se me había borrado del cacumen, aquí.

Pero volvamos al día de D, al día del pato D. La misteriosa Camila Cañeque me invitó a un evento de artisteo en una galería del Lower East Side que conjugaba performance y elecciones, sin más pistas. ¿Qué hace usted Sr. Buñuel con la Velvet?, me decía mi amiga Elisabet Mainez cuando lo leyó por facebook. La política tiene extraños compañeros de cama pensé. Cuando llegamos allí lo primero que vimos fue esto, tanqueta a estribor:

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Estábamos en la galería WhiteBox, de la que al parecer era propietario un sexagenario español que iba vestido con un mono azul de tirantes, un atuendo que podría ser de artesano o de un “blue collar”; buenos días, soy la premonición que ha venido a ponerte a huevo las ironías. “Blue collar” es como llaman a los obreros aquí, por el cuello azul del mono, esos mismos obreros blancos de los suburbs que han decantado estas elecciones en favor de Trump. Si queréis un poco de filmografía, imprescindible la película de Paul Schrader del mismo nombre: “Blue Collar” (1978), con los soberbios Richard Prior y Harvey Keitel. Un milagro de producción para este país que, desde las industrias cinematográficas de las dos costas (Hollywood y Nueva York), invisibilizan el mundo del trabajo y las luchas sindicales.

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Eran las 8 de la tarde y ya empezaban a gotear los primeros resultados, el ambiente era de alegría tibia ya que se cumplían los pronósticos, y los pronósticos eran las encuestas de la mayoría de medios que habían dado una ventaja exigua a Hillary durante los últimos días de campaña con lo que la cosa marchaba. A la vez, unos mozos sostenían un pifostio de madera con la inscripción: “Above all we are not done”   A los platos la videojockey electoral Martha Rosler, una videoartista de 73 años, escracheaba los diferentes canales.

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Andábamos parloteando a sorbitos con la gente. Una madurita muy guapa y achispada, algo nerviosa, se metía una lata de medio litro de cerveza y me contaba que no entendía como alguien podía votar a Trump y que acababa de dejar a su novio con el que llevaba 2 años y medio porque iba a votar a Trump, en serio me dijo, créetelo, lo he dejado. Ahí vi claro que el fenómeno por el cuál pensamos que nuestro muro de noticias de facebook es la representación de la realidad ideológica del mundo nació en Nueva York, como casi todo. Aquí nadie quiere entender que una persona vote a Trump. A Trump le han votado 59.04 millones de homínidos con dedo prensil, haz las cuentas del dinero que va a reportar eso a los divanes de los psicoanalistas de esta ciudad.

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Para regar de vodka la velada, Martha pinchaba Russia Today, que como buenos hijos de Eisenstein estaban sembrados con sus montajes ideológicos: “House of Cards” y “Rocky 4”. Para los que no hayáis visto “House of Cards”, saber que hay una trama muy cabrona con el Presidente Ruso, que es más vivo que el hambre. Aquí sacando a bailar a la señora Underwood, la Hillary de la serie.  
“Rocky 4” termina con un speech de Stallone en el que trata de reconciliar a los dos pueblos, el americano y el soviético, aquí.

Y mientras tanto Trump daba su primer zarpazo en Florida, donde el anticastrismo se la tenía jurada a los demócratas por el aperturismo de Obama para con Cuba. Trump se quedaba así el trozo de tarta más grande de la noche, que nunca había tenido dueño en las encuestas, y ensombrecía la galería.

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Se ponía la cosa naranja-oscuro-casiTrump al mismo tiempo que Álvaro, con el que estaba guassapeándome y que retransmitía en directo las elecciones para la revista digital CTXT me decía, ponte “Democracy Now”, que han llevado a la flor y nata de la intelligentsia progresista. “Democracy Now” es el medio alternativo por antonomasia de EEUU, refugio de Sanderistas y de los movimientos civiles americanos. Está capitaneado por Amy Goodman, que yo sospecho duerme en un plegatín debajo de la mesa del plató porque la tía es omnipresente. Así que fui a la cabina de los platos y le dije, pínchate a la Goodman. Martha, apenada, me dijo  que no tenían banda ancha suficiente pero que iba a probar… y voilá:

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Ahí estaba Thomas Frank. Frank que es un tipo muy inteligente, pulveriza en sus libros ese refrán que dice: “Cuando el sabio señala a la Luna, el necio mira el dedo”. No creo que haga falta aclarar que el dedo del ¿sabio? es el Partido Demócrata y la luna es Trump. Frank lleva años advirtiendo de la deriva del partido demócrata, desde tiempos de Bill-Foundation-Clinton, contando como el partido ha abandonado a la clase obrera y se ha convertido en un partido de gentes de profesiones liberales, de Wall Street y de las  corporaciones, desconectándose de… pongamos 59.04 millones de personas. Un poco como si hoy en día todos los demócratas vivieran en Nueva York, o mejor, como si fuera tu endogámico muro de facebook. A la postre, ha sido ese cinturón industrial, alrededor de los grandes lagos, el que ha dado la victoria a Trump, conquistando Michigan, Wisconsin, Ohio, Iowa e Indiana, salvándose sólo Illinois. 

img_4827Como la galería está agonizando pensamos que lo mejor es buscar un sitio con más ambientillo. Vagabundeamos por Manhattan sin enterarnos del avance del escrutinio. Llamo a Álvaro que me dice, la cosa está jodida, va a ganar Trump, el New York Times le da ahora un 80 por ciento de posibilidades, va a tumbar a Hillary en Michigan también. En la puerta de un bar nos tropezamos con unos tipos de France 24 que están emitiendo para Facebook Live y ya se masca la tragedia desde Francia, a tenor de la nube de emoticonos lloricas que se ciernen en directo sobre el móvil.

Seguimos la ruta y me doy cuenta que estamos cerca del KGB, un clásico neoyorkino que conocí  un par de semanas atrás (y que creo se va a convertir en mi sitio favorito), decorado con cuadros soviéticos de Lenin y la hoz y el martillo. Qué mejor lugar para consumar la reconciliación Ruso-Yanki que parecen llevarse entre manos desde hace meses Donald y Vladimir. Aquí veo claro que la que va a salir perdiendo seguro es la MGM, teniendo que meter en un cajón su catálogo de películas de James Bond pobladas de terribles y maléficos comunistas.

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En el teatro del KGB el ambiente es desolador, un italiano enajenado canta resultados sólo mientras mira el móvil, una pareja se abraza con los ojos perlados. Una joven rubia platino de pelo corto se arranca con un speech emotivo, de esos de hemos perdido una batalla pero no la guerra,  de esos de hay que seguir en la lucha desde mañana mismo, la mujer está devastada pero sorprendentemente firme y levanta el ánimo un rato. Los estados van cayendo del lado de Trump y veo en la pantalla de cine que Trump le ha dado la vuelta al resultado en Pennsylvania gracias a los suburbios, y ahí, Camila y yo aceptamos la victoria de Donaldo, son las 11 y aún quedan muchas horas para la confirmación oficial.

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Ponen en pantalla los headquarters de los dos partidos y nos damos cuenta que están los dos  en Nueva York, Trump va a celebrar la victoria en la que posiblemente sea la ciudad que menos le ha votado, su ciudad. Es bastante sonrojante y revelador comparar las dos escenografías. El Partido Demócrata se ha gastado una morterada en lo que parece un homenaje al andamio. En el centro del escenario, en el lugar donde Hillary tiene que aparecer para rendir cuentas a sus votantes le han puesto un mapita de EEUU a escala para que lo enseñoree mientras da su speech (no llegará a pisarlo la muy ruin). Mientras, el trumpismo está en una sala del Hilton, robusta y ochentera, a imagen de su líder. Se suceden oportunos primeros planos de mujeres llorando en las gradas de Hillary en paralelo a planos de sonrientes blanquitos de mofletes rollizos en el Hilton, ataviados con las gorras rojas de “Make America Great Again”. La platea del circo de tres pistas de Hillary se vacía, los andamios quedan vacíos, parece una enorme escultura de Jaime Plensa, la obra está acabada.

Una idea extemporánea nos asalta, el Hilton está a tiro de metro, porque no acercarnos. Nos despedimos del funeral soviético sin decirles adonde nos dirigimos por vergüenza. En un tris nos plantamos en la 6 con la 54.img_4838

Está el ambiente ralo alrededor del Hilton. Un grupo de seguidores de Trump gritan, ojo que vienen curvas: “NO BLACK MATTERS” (Los negros no importan) en alusión al movimiento “BLACK LIVER MATTERS” que busca visibilizar los abusos que la policía comete contra la comunidad negra. Lo que parece un demente de manual llama la atención de los medios y se autoinventa una rueda de prensa dando turnos de palabra, con él como portavoz explicando el sentir de esa América ofendida que por fin toma el mando del país, algo así como: ¡Ya estamos aquíiiiiii!.

Asoma el grillado número 2, que pese a que Trump ha ganado, está muy cabreado, empieza a relatarle a la prensa eso de que la gente de otros países le caen bien, que él ha estado en Japón y muy bien con los japoneses pero que cada uno en su país.  Grillado número 3 dice que EEUU no es solamente un país, es una idea. Hay más grillados, todos jóvenes. Una negra que parece colocada, grillada 4 la llamaremos, grita también: ¡Hay que cerrar las fronteras! ¡Fuck Hillary!. Camila lo graba con su móvil. Aparecen a renglón seguido 5 negros de esta guisa y rápidamente llaman la atención de toda la prensa.

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Es cierto que la proporción de locos que se concentra en este tipo de situaciones siempre es alta, pero poco a poco me doy cuenta del mayor peligro que representa Trump. No seamos inocentes, el muro que dice Trump que va a  construir ya lo tienen a medias los demócratas, aquí. Obama ha sido el presidente que más personas ha deportado (2.8 millones), aquí. Y si nos atenemos a los discursos que ha dado Trump sobre política exterior, se prevé que sea menos intervencionista que Hillary, aquí. Además creo que los halcones, los asesores y los poderes económicos lo van a marcar bien, no habrá ninguna ruptura significativa a corto plazo.

Ahora bien, a medio plazo la cosa pinta peor, todos los fanáticos (porque sí, aquí la religión protestante calvinista ha educado a miles de fanáticos) han encontrado la banda sonora de sus vidas en los gorgoritos cazalleros de Trump y van a empezar a salir de sus madrigueras. “Esto no es una campaña, es un movimiento”, y Trump, con su poder omnívoro en el Congreso, Senado y Judicatura va a regalarles todo el espacio de juego. Trump representa, como ningún otro, la deformación grotesca de los espejos del Callejón del Gato estadounidense.

Mantra de campaña, minuto 2.10:

A las 2.30, como ya creemos haberlo visto todo, tomamos las de VillaDiego y, después de dejar a Camila en la boca del metro y caminar sólo por el Midtown me cruzo con una señora anciana con un cartel de “Women for Trump” bajo el brazo. La enjuta señora, con la sonrisa limpia y los ojos vidriosos, sin reparar en mí, le grita extasiada a alguien por el móvil: “IT´S A MIRACLE, IT´S A MIRACLE, IT´S A MIRACLE” y sale botando feliz por la desierta Quinta Avenida. Y ahí sólo, de madrugada, se me aparece David Mamet de nuevo, acompañado de todos los médicos, abogados y dramaturgos de Nueva York, y junto bajamos al anden del metro lloriqueando, lloriqueando sin emoción.

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