Sólo el cielo lo sabe – Douglas Sirk (1955)

«Nadie quiere hablar de amor»

SOLO EL CIELO LO SABE. DCCMelodrama  que dispara a dar en el entrecejo de la sociedad americana de los cincuenta, quizás no tanto en el sistema capitalista como a priori pareciera, veremos. Tenemos todos los condimentos preparados para cocinar una  gran película de género: una rica viuda cincuentona se enamora de su jardinero joven y vigoroso que la corresponde. El mundo de la burguesía pudiente se enfrenta al dicharachero mundo rural sin ambiciones. Las amistades de ella y sus hijos se posicionan en contra de ellos dos, el amor sublimado por encima de edades y circunstancias se pone en juego. Todo esto de manos del maestro del género Douglas Sirk.

“Cuando hay mucha gente en la habitación nadie quiere hablar de amor” dice Nacho Vegas en una de sus canciones. Exactamente eso es lo que ocurre con los espectadores actuales de los melodramas clásicos. El melodrama es un género tan exagerado, tan radicalmente exacerbado en sus planteamientos formales y de contenido que provoca risas vergonzantes y avergonzadas entre el público. En Sólo el cielo lo sabe un espectador actual tiene que lidiar contra las fórmulas de los cincuenta que enfatizan todas las acciones. La música puntualiza los estados de ánimo, los diálogos son grandilocuentes y prototípicos, los colores saturados, los personajes son clichés andantes (la amiga comprensiva, la chismosa, el hijo emprendedor, la hija estudiosa), la puesta en escena es evidente: la escena final con la nieve y el ciervo que se acerca al ventanal es un claro ejemplo. Sirk usa todos los estereotipos del género para volcar la historia patas arriba, para subvertirlos bajo su totum revolutum amoroso.  El amor todo lo vence. Financiado por los estudios de Hollywood, Douglas Syrk es uno de los pocos directores que traza sus propios proyectos, su propia mirada progresista en la conservadora industria yanqui de la época, digno de elogio.  Pero no sólo ahí es donde Syrk es tan ingenioso. Los diálogos son fluidos y naturales, la hija estudiosa de Freud es sugerente en sus planteamientos, convincentemente racional hasta que le da la espalda a la madre en una de esas burlas que el director le hace al raciocinio, naturales en un romántico como él.

Jane Wyman, la protagonista está soberbia en su papel contenido y quejumbroso, su lucha entre los dos mundos. Rock Hudson está pletóricamente acartonado (y esta vez no como defecto), macho vigoroso convertido a buda de las montañas. La crítica explícita a los hijos, su carácter egoísta que a punto está de echar a perder el amor de su madre da pie a la mejor escena de la película sin discusión: cuando el hijo le regala a la madre una televisión para que olvide a Rock Hudson, ¡qué mujer podría olvidar a Hudson con un televisor!  La recién introducida televisión en la América de los cincuenta sirve para consolar y entretener a desvencijadas viudas, el regalo perfecto para la madre que en su caso sirve como revulsivo para que reaccione y tome las riendas de su vida sin importarle los dimes y diretes de los demás.

En la actualidad Todd Haynes es el claro heredero de Syrk, con Lejos del Cielo y con la más quebradiza Safe (que supondría una vuelta del revés del estilo de vida de Hudson en nuestros tiempos) sigue apostando por un género que parece defenestrado por crítica y público por anticuado y pasteloso aunque aún tiene fuelle para rato.

SOLO EL CIELO LO SABE1

A día de hoy todos nos llenamos la boca con nuestras supuestas mentes abiertas y preclaras aunque en realidad la situación no ha variado un ápice. Los jardineros se han transformado en  inmigrantes ilegales (negros, amarillos o sudamericanos) y la burguesía ya no acude a fiestas de traje,  vestido de noche, bigote y puro sino que lleva los pantalones desgastados, faldas abullonadas, barba de tres días y cocaína (vease al mejor Easton Ellis).  Las clases sociales hoy sobreviven y los ricos siguen casándose entre ellos, y mejor así, para no generar confusión ideológica entre los pobres creando falsas impresiones donde no son. Ahí es donde reside el pilar fundamental por el que ataco el conservadurismo inherente del film: su pretendida e ilusoria unión idealista de la humanidad a través del amor puro, del amor que rompe barreras para sí, no para los demás (al contrario de la visión del amor en el MadeinUsa de Godard por poner un ejemplo cercano). Desde nuestro punto de vista marxista discutible cuanto menos sería la estrategia de Hollywood, si arriesgada y suicida o interesadamente liberal. Se han producido no pocas películas de esta temática desde entonces (Pretty Woman mismamente). Un ejemplo más claro fuera de este ámbito: Nike protagonista de multitud de campañas contra el racismo. ¿Acaso no le interesa a Nike poder importar mano de obra inmigrante negra  que trabaje por dos chavos, asfixiando a la clase obrera y así reducir los costos de la producción de sus prendas?¿Podría ser que la revolución constante de las fuerzas productivas en el capitalismo produzca interesadamente películas como Sólo el cielo lo sabe en su propio beneficio?

Me gustaría añadir que a pesar de todo esto seguimos prefiriendo a la enamoradiza muñeca de porcelana Wyman que a la frívola y peripatética Catherine Millet. “Vendrán años peores y nos harán más ciegos” que dice Ferlosio.

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